domingo, 23 de octubre de 2016

Solo Strindberg, la misoginia en una provocación teatral


































Por María Negro



Solo Strindberg
Guión, actuación y dirección: Miguel de Forza Paul y Esteban Fagnani
Teatro La Casona (4953-5595)
Av. Corrientes 1979
Domingos doble función: 20.30 y 21.30.

Reservas por sistema PLATEANET o directamente en la boletería del teatro.




El dramaturgo sueco August Strindberg (1849-1912) es autor de El padre, La señorita Julia y Acreedores, entre sus obras más reconocidas. Esquizofrénico (bipolar, se diría hoy), misógino, polémico, su novela Solo es el relato confesional de sus tormentos, de su desprecio por las mujeres, de su dificultad para vincularse con el mundo exterior. Ahora, Miguel Forza de Paul y Esteban Fagnani ponen a Strindberg en el escenario de La Casona en una puesta teatral multimediática que recorre distintas obras de aquel autor.
Solo Strindberg es el título de esta provocación artística en un momento tan particular de la Argentina, cuando la violencia de género ha crecido hasta lo insoportable y, sobre todo, comienza a generar movilizaciones multitudinarias para ponerle coto.
Pero, en lo profundo de nuestra sociedad, sabemos que muchos pensamientos machistas y misóginos acompañan la mirada sobre las mujeres. Pensamientos tanto femeninos como masculinos ¿Cuántas veces cuestionamos el largo de la pollera de las chicas? ¿Con cuánta facilidad le decimos “traidora” a aquella que le es infiel a su pareja? ¿Quién no ha cuestionado alguna vez a una amiga por su comportamiento sexual?
Solo Strindberg le pone palabras a ese íntimo pensamiento escondido casi pecaminosamente.
Forza de Paul y Fagnani juegan a todos los personajes. La oscuridad del espacio, los pocos elementos en escena (una mesa pequeña detrás de un velo, algunas cosas sobre la mesa), dan la impresión de abarcarlo todo. La imaginación, la complicidad, se vuelven un componente indispensable. Y se logra la magia.
En pequeñas escenas, los dos actores interpretan diversos personajes y situaciones, separadas por videos surrealistas, que son también un puente entre esos pequeños cuentos sobre lo más profundo de la miseria que está ahí, donde se la esconde.
El público ríe, se ruboriza, se descubre en un comentario, en una conclusión. El juego está hecho.
“Decidimos armar esta dupla -dice Forza en una conversación con El río de Heráclito-, con la idea de realizar una obra con una impronta de improvisación; después surgió la idea de trabajar con Strindberg. Strindberg apareció como un ordenador”.
-¿Por qué Solo?
-Solo es una novela muy pequeña, bastante desconocida. Gran parte de las ideas de Strindberg están puestas en esa novela. Pero no sólo trabajamos con ese material, también con Acreedores y con El padre. Nos gustaba lo polémico del personaje, lo polémico del autor, y también bucear por una forma de actuación que para nosotros es como conocida, una forma de actuar que tiene más que ver con el realismo, con algo concreto. El espectáculo también tiene muchos condimentos brechtianos, con muchos cortes de cuadros. Son distintos cuadros, tiene como un sentido. Hay mucha idea de romper con la cuarta pared y que los actores nos convirtamos en narradores.
-La obra de Strindberg, sobre todo en este momento, implica un mensaje político…
-Algo que nos encantaba de trabajar con Strindberg, y que lo llevamos al extremo, era eso: las cuestiones políticamente incorrectas. Hay algo más desquiciado, todos sus rasgos misóginos en esta época en la que el discurso femenino está puesto muy adelante, lógicamente y con razón. El desafío era mostrar este costado de un personaje que tenía fuertes rasgos de misoginia. El discurso que los personajes tienen sobre las mujeres es políticamente incorrecto todo el tiempo y eso nos divertía como provocación, como cuando hablan de la pobreza. Son absolutamente incorrectos.
-Por momentos hay risas.
-La gente se ríe más de lo que uno imagina, no sé si por identificación, pero ese discurso es el más conocido, el más cotidiano, el que aparece más fácilmente. Por ejemplo, todo el discurso que mi personaje da sobre los mendigos está en la novela Solo, no es algo que nosotros hayamos inventado. Entonces esos aspectos de él, tan controvertidos, son los que nosotros tomamos para armar este espectáculo que modestamente pretendemos que sea provocador, que el espectador se encuentre a sí mismo riendo de cosas de las que no se debería reír.
-¿Cómo le encontraron la dinámica teatral a un autor tan controvertido?
-Arrancamos improvisando, pero tenemos un guión, hay una estructura. Cuando comenzamos la obra, decidimos jugar con la improvisación hasta que encontramos las situaciones. Encontramos qué cosa contar, qué contar en las distintas escenas, pudimos comenzar a  estructurarlo. Una situación bastante particular es que hicimos todo nosotros. La dramaturgia, la dirección, actuamos, elaboramos la idea escenográfica, la de los videos, todo nosotros dos. Este proyecto nos sirvió, en ese sentido, para reencontrarnos con el teatro. Uno lleva cierto recorrido, donde empezás a mecanizar y es como que no terminás de encontrarte a vos misma… y uno hace esto porque le gusta hacerlo, o porque lo convoca el director que lo llamó o te convoca el material, pero como actor empezás a mecanizarte y empezás a trabajar al servicio de otro y empezás como a olvidarte o queda más atrás tu propia impronta.
-¿Cómo se desenvolvió tu vínculo artístico con Fagnani?
-Solo Strindberg fue una forma de reencontrarnos en varios sentidos. Venimos trabajando juntos hace muchísimos años, desde el año 2000 cuando me dirigió en dos obras de él. Luego hicimos una obra, un hallazgo, de Marcelo Bertuccio, que se llamaba El hombre que trabaja  con el martillo, la dirigió Esteban y yo interpretaba uno de los personajes. Aquello fue en plena crisis de 2001, entonces actuábamos en una casa que nos prestaban porque era muy complicado conseguir teatros, estaba todo explotado. Hicimos un montón de tiempo funciones, varias temporadas. Se entraba solamente con reservas y llenábamos, entraban treinta personas pero hacíamos funciones todos los sábados. Luego hubo un paréntesis muy grande hasta que yo lo convoco para hacer una obra mía que se llamaba Tu cicatriz en mí y volvimos a trabajar juntos, hace ya unos cuatro años. Hay mucho conocimiento entre nosotros, yo no lo podría haber hecho con otra persona y creo que él tampoco. Nos entendemos mucho y eso es importante como en cualquier trabajo pero arriba de un escenario es vital esa conexión. Compartir el sentido del humor y cosas que trascienden el laburo.
-¿Qué viene ahora?
-En este momento ya estamos ensayando la segunda parte, en la que vamos a trabajar sobre Brecht, con textos, canciones, teóricos. Porque no deja de ser una reflexión sobre el teatro y sobre lo teatral.

Desde la mirada controvertida y polémica de Strindberg, Miguel Forza de Paul y Esteban Fagnani provocan, perforan límites ocultos para imponer reflexiones sobre la mujer, el mendigo, el matrimonio, para poner en cuestión los escombros de una moral burguesa derrumbada.
Forza, al referirse a su propia carrera -una larga carrera en cine, televisión, teatro, docencia artística- alcanza tal vez a elaborar una síntesis del objeto total de la obra:
“Cuanto más crudo (es el escenario) más desnudo uno está también, y se posibilita el ejercicio de la imaginación. Como profesor de teatro yo no tengo un método, tengo un camino que muestro a los alumnos.  Yo no tengo una receta, no tengo un librito, una fórmula. Yo tengo un recorrido, un camino, los invito a entrenarlo.”

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